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por entre el ojo de la cerradura

Parafraseando al biólogo y ambientalista (y uno añadiría que un poeta también) Dr. Roger Payne, estudiar al animal más grande de los océanos podría describirse como ver a una ballena a través del ojo de una cerradura: su cuerpo pasa lentamente por ahí de vez en cuando, mientras uno trata desesperadamente de entender lo que es.

Usando la genética, sonares, sumergibles y otras herramientas nuevas cada vez más geniales, los científicos están entendiendo las vidas —pasadas y presentes— de las ballenas en formas que, hasta hace poco, por falta de tecnología, eran imposibles. Ahora el ojo de la cerradura, aunque sigue pequeño, nos está permitiendo entrever un poco mas en los secretos de estas majestuosas criaturas que viven dentro de su propio ‘tempo’, y que hasta en la muerte tienen algo que enseñarnos.

Estudiar los genes de muchas clases de ballenas ayuda a armar sus árboles genealógicos, pero no para ver la historia de una sola ballena, sino de toda una población. Las partes del árbol que crecen hacia un lado significan que la población estaba bien en ese momento del pasado. Las partes que se estrechan son momentos en los que han muerto muchas ballenas. Piensa en los árboles genealógicos de las casas reales, por ejemplo, donde una reina tuvo 12 hijos, y las ramas del árbol crecen de ese lado, pero ninguno de los niños sobrevive mucho tiempo, y entonces el árbol se vuelve a achicar.

Saber la historia de las poblaciones es super importante para adivinar su futuro. Y el nuestro, porque las ballenas han aprendido a evitar los efectos del cambio climático: ellas nos podrían enseñar a nosotros a evitarlo también.

El número actual de ballenas jorobadas (Megaptera novaeangliae) es de 84,000. Hace un siglo sólo quedaban 300 en todos los mares. ¡Las  salvamos! ¿Por qué? Porque nos enamoramos perdidamente de ellas y entre todos, alzamos nuestras voces para exigir su protección.

¡BRAVO!
Ballena Boreal A_bowhead_whale_breaches_off_the_coast_of_western_Sea_of_Okhotsk_by_Olga_Sh

En cambio...

 

La

ballena franca del Atlántico Norte

 

(Eubalaena glacialis),

es la más amenazada: para el año 2020 solo quedaban unas 250. ¿Por qué? Porque viven en el equivalente marino de una súper carretera llena de grandes y rápidos vehículos de carga. Entonces son atropelladas y, además, se enredan en las redes de pesca industriales. ¡Muy mal!

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