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¿les da cáncer a las ballenas?

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Es bien sabido que el cáncer, causado cuando las células se dividen incontrolablemente y se pasan a otros tejidos del cuerpo, no solo afecta a los humanos. De hecho, también les sucede a otros mamíferos, aves, reptiles, moluscos y peces —incluyendo al tiburón, a pesar de los mitos que lo niegan. Tampoco se escapan perros, gatos ni caballos. La biología del cáncer indica que entre más células tenga un organismo, mayor será la oportunidad de que se presenten mutaciones en el ADN de esas células, y por lo tanto mayores probabilidades de ganarse la enfermedad. Según esa lógica, los elefantes y las ballenas, por ejemplo, que al ser tan enormes tienen cuatrillones de células, deberían estar cundidos de cáncer. Pero eso no es lo que vemos en la vida real. Es al revés: la incidencia de cáncer en muchos animales gigantes es en realidad rarísima o más baja de lo que se esperaba teóricamente. Este es un fenómeno conocido como “la paradoja de Peto”, por el epidemiólogo británico Richard Peto, que la formuló hace cuatro décadas.

"La naturaleza nos está mostrando que estos cambios en los genes del cáncer son compatibles con la vida.
Las siguientes preguntas son, ¿cuál de estos cambios previene el cáncer? ¿Podemos traducir esos descubrimientos en la prevención del cáncer en humanos?”
Carlo Maley

La pregunta crucial entonces es ¿qué mecanismo está protegiendo a elefantes y ballenas? En 2015 un grupo de investigadores de la Universidad de Chicago descubrió parte de la respuesta, y es que los elefantes poseen al menos 20 copias de un gen muy importante llamado p53 cuya función es identificar ADN dañado y desencadenar la muerte de esas células que tienen el potencial de volverse rebeldes. Otros investigadores informan que algo similar ocurre en las ballenas. Dichosas ellas y dichosos los elefantes, porque nosotros los humanos sólo tenemos una triste copia de ese gen maravilloso.

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