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Las canciones no son el único misterio; la forma en que escuchan las ballenas es otra cosa para la que no tenemos todas las respuestas. Los cantos que producen algunas ballenas barbadas son de una frecuencia extremadamente baja y pueden viajar hasta 16.000 kilómetros bajo el agua. Para poner esa distancia en perspectiva, es más de tres veces el ancho de China. Para estudiar cómo oye una ballena, los investigadores diseñaron un modelo informático muy complejo del cráneo de una ballena de aleta.  

Y creen que la respuesta puede estar en la conducción ósea. El modelo de computadora mostró ondas de sonido vibrando por el cráneo, y que el hueso es diez veces más sensible a las bajas frecuencias. Algo parecido puede ocurrirnos a los humanos si estamos bajo el agua. El sonido está amortiguado y deformado, pero a pesar de que nuestros oídos sumergidos son casi completamente inútiles, todavía escuchamos el sonido. Esto es posible porque las ondas sonoras que se mueven a través del agua causan vibraciones en nuestro cráneo, que a su vez ejercen presión sobre nuestros huesos. Esta investigación solo se ha llevado a cabo en ballenas de aleta, por lo que queda por ver si otras ballenas barbadas utilizan un mecanismo similar.

¡todo lo que nos dice la cera de sus oídos!

Es extraño pensar que pueda haber algo de información dentro de un tapón de cera. Pero es así. Sucede que las orejas de los cetáceos no están abiertas como las nuestras, sino que están selladas en la superficie. Ellas también producen cera, como nosotros, que con los años, se solidifica y se acumula en distintas capas para formar un tapón para los oídos. Estos tapones actúan como anillos de árboles, lo que permite a los científicos no solo entender la edad que pueda tener una ballena muerta, sino también reconstruir su perfil de vida químico y psicológico.

 

Porque, en las capas de cera, los científicos han encontrado una hormona llamada cortisol, que mide los niveles de estrés del cuerpo. Y otra hormona llamada testosterona que tiene que ver con el crecimiento. Las hormonas no persisten en el resto del cuerpo y, por lo tanto, no dejan rastro de su historia. En una ballena, los científicos vieron un pico de testosterona a los 10 años (el pico de la pubertad) y, al mismo tiempo, el cortisol aumentó. Durante toda su vida, esta hormona se duplicó gradualmente.

También encontraron trazas químicas como mercurio, DDT y retardadores de llama, que causan trastornos del desarrollo y problemas de tiroides en estos animales. Muchos contaminantes se acumulan en grasas corporales, pero el tapón para los oídos ahora permite a los científicos rastrear cuando la ballena estuvo expuesta a ellos. Curiosamente, el 20% de la exposición química sufrida por las ballenas estudiadas a través de la cera de los oídos ocurrió en el primer año de su vida, lo que sugiere que fueron transferidos de la madre a través de la gestación y la leche. El químico DDT, prohibido 30 años antes del nacimiento de la ballena, seguía siendo un potente contaminante. Los científicos ahora están explorando tapones para los oídos que hay guardados en museos desde la década de 1950 para mapear los cambios químicos en los océanos a lo largo del tiempo. Y esto nos da también una idea de la importancia de los museos, pues allí hay taaaantas cosas para investigar, que ni nos acabamos de dar cuenta.

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