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de “perro” a ballena, en 50 millones de años

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© Clara Elvira Mejía. Ilustraciones © María Victoria Jiménez - 2021 Especial para Las vidas secretas de las ballenas

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Según Nicholas Pyenson, curador de la exhibición de Fósiles de mamíferos marinos en el Museo de Historia Natural del Instituto Smithsoniano, las primeras ballenas en la Tierra tenían cuatro extremidades, parecían perros grandes y vivían al menos parte de sus vidas en tierra. Sus descendientes tardaron unos 10 millones de años en desarrollar un estilo de vida completamente acuático, y aproximadamente 35 a 40 millones de años más para que las ballenas se convirtieran en los gigantes del mar.

Toda esta resumida película se lee en 30 segundos. Pero lograr desenterrar esta historia inmensa es un trabajo para los detectives del pasado, es decir los paleontólogos, biólogos, geólogos, genetistas y expertos en el clima antiguo.

Así pues, ¿cómo saber que un animal extinto llamado Pakicetus, cuyos primeros fósiles se encontraron hace cuatro décadas junto a un río en Pakistán, (y de ahí su nombre) tiene algo que ver con una ballena? Por fuera, la criatura no se parece para nada a un cetáceo. Sus patas largas y delgadas, y sus pies cortos y pequeños sugieren que no eran buenos nadadores, sino más bien que vadeaban, o caminaban entre los ríos que desembocaban al mar en las costas cercanas.

Lo que sí se sabe es que bebían agua dulce. Eso nos lo dicen sus huesos, donde quedó grabada la composición química del agua y los alimentos que consumían. Leer esos mensajes del más allá es posible gracias una técnica que es un tesoro para los detectives del pasado, llamada “análisis isotópico” (los isótopos son variaciones o ‘sabores’ de un mismo elemento químico. Por ejemplo, el oxígeno y el hidrógeno tienen tres isótopos distintos). Es decir: los animales son lo que comen y beben, y el agua salada y el agua dulce tienen diferentes proporciones de isótopos de oxígeno. Esto significa que podemos aprender qué tipo de agua bebía un animal al estudiar los isótopos que se incorporaron a sus huesos y dientes a medida que crecía.

Entonces: Pakicetus vivía no muy lejos del mar, bebía agua dulce y caminaba sobre el lecho de los ríos poco profundos. ¿Qué más tenemos? Sus cráneos. No solo son distintos de los de cualquier otro mamífero, sino que esos sí se parecen mucho a los de las ballenas vivas porque eran alargados, y la forma de su oído es igual al de las ballenas modernas. Además, sus dientes son triangulares y un poco aserrados en los bordes, como los de las ballenas dentadas verdaderas. Y finalmente, una idea interesante: los huesos del cuerpo de Pakicetus son gruesos (a diferencia de su patas) y los biólogos piensan que eso es una adaptación para que el animal fuera más pesado y no tuviera dificultad para hundirse de vez en cuando para conseguir su presa. ¡Esa es la forma de pensar de un detective de la ciencia!

En un momento dado, Pakicetus decidió lanzarse al agua del todo, y con el paso de millones de años se convirtió en otra criatura llamada Ambulocetus, cuyas cuatro piernas eran más cortas, las manos y pies estaban agrandadas como remos y la cola creció larga y musculosa. ¿Cómo saben los científicos que este nuevo ser vivió en el agua? Porque los fósiles que descubrieron estaban en medio de rocas por donde alguna vez fluyó el agua.

Y porque los famosos isótopos muestran que esta proto-ballena bebía tanto agua salada como agua dulce, lo que encaja perfectamente con la idea de que estos animales vivían en estuarios o bahías entre el agua dulce y el océano abierto. Además, las narices literalmente se les subieron a la cabeza, para que pudieran respirar sin salir del agua, lo mismo que se ve hoy en las ballenas vivas.

Y algo súper importante: para nadar, Ambulocetus llevó hacia el agua la forma que tienen los mamíferos terrestres de mover la columna vertebral. Y así, creó la idea de mover la cola hacia arriba y hacia abajo, en lugar de hacia los lados como hacen los peces. Puedes ver esto fácilmente si ves correr a un perro. Su columna vertebral se ondula hacia arriba y hacia abajo en ondas a medida que avanza. Las ballenas hacen lo mismo mientras nadan, mostrando su ancestral herencia terrestre. Los tiburones, en cambio, la ondulan hacia los lados. De vez en cuando los investigadores descubren una ballena viva ¡con vestigios de diminutas patas traseras dentro de la pared de su cuerpo!

Poco a poco, entonces, la transformación de los cetáceos fue avanzando y las nuevas criaturas se asemejaban más y más a las ballenas modernas. Perdieron sus patas traseras, les salieron aletas en la cola, y sus brazos se convirtieron en aletas pectorales. Luego se dividieron en dos grupos: las ballenas de barbas - Misticetos, como la azul, y las ballenas dentadas - Odontocetos, como el cachalote.

Y aunque uno quisiera decir que “el resto es historia”, es importante pensar que la evolución no se detiene nunca. Entonces, las ballenas (y todo el resto de la vida en el planeta) siguen cambiando su cuerpo en respuesta a cambios en el medio ambiente y a la comida que tengan disponible. Si las ballenas sobreviven a esta era de cacería, de contaminación del mar, de cambios en la temperatura del agua, si logran estar vivas dentro de otros 50 millones de años, ¿Qué forma crees que tendrían? ¿Habrán salido del mar para ir a vivir en tierra firme? ¿Pasarían a ser voladoras?

te retamos a que dibujes lo que podría ser una

BALLENA DEL FUTURO,

 basándote en lo que le podría suceder al planeta y a sus mares en los próximos

millones de años

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© Maria Victoria Jiménez - 2021 Especial para Las vidas secretas de las ballenas

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