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gaviotas contra ballenas

Puerto Pirámides, Península Valdes. El mar está hoy color gris acero y muy tranquilo, y el fondo de esta parte de la bahía está a menos de siete metros. El operador turístico Tito Bottazzi, que es tan notorio como un alcalde, apaga el motor y deja que las ballenas se nos acerquen. Tarde o temprano, no fallan en aparecer. Es curioso ver una ballena tan grande en aguas tan poco profundas, y hay muchas teorías al respecto: abrigo en medio de la tranquilidad, protección contra el frío, o la forma de alejar a los machos que se pasan de insistentes.

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A mi lado está Marcelo Bertellotti, otro biólogo argentino, con una misión un tanto distinta de la de Sironi. Bertellotti, del Centro Nacional Patagónico, no es experto en ballenas, sino en gaviotas. Tiene el cabello negro muy liso, la piel pálida y una actitud intensa.

 

Está aquí porque comparte la preocupación de todos en el pueblo: las gaviotas están atacando a las ballenas. Tradicionalmente las aves siempre han aterrizado sobre los lomos de las ballenas francas para comerse los trozos de piel que se les desprenden en forma natural. Pero desde hace un par de décadas les están literalmente arrancando pedazos de carne. Y el comportamiento se ha venido poniendo cada vez peor. Sus picos, decorados con un vistoso punto rojo, son poderosos y tenaces. Una vez que abren una herida nueva, las gaviotas se quedan sobrevolando el área para caerles encima a los animales tan pronto salen a respirar.

Bertellotti señala una hembra joven. Tiene por lo menos siete heridas en el lomo. Algunas de ellas son del tamaño de platos. En medio de los gritos de agonía de los turistas, una gaviota bastante grande se lanza en picada sobre los hondos cráteres, y comienza a picotear. La ballena se encabrita, da volteretas y saca la cabeza y la cola, arqueando el adolorido lomo para esconderlo debajo del agua.

“Este constante tratar de escapar del tormento interrumpe la rutina de las madres lactantes y amenaza con cambiar sus hábitos de apareamiento y cría”, dice Bertellotti, que estudia la jerarquía entre las gaviotas para entender su comportamiento. Para ello, las caza, las marca y les pone transmisores. “Las gaviotas cocineras y las ballenas francas conviven en varias partes del mundo, como Sudáfrica, Nueva Zelanda y Australia, pero este comportamiento de ataque sólo se da en nuestras costas”.*

Los científicos piensan que la razón detrás de estos ataques son los basurales abiertos en esta zona, que ha venido creciendo a causa del turismo. Las aves, simplemente, son oportunistas, y ya no se contentan con los crustáceos y sardinas que sacaban del bosque de algas. La cuestión debería ser obvia: hay que cerrar todos esos basurales.

No hace mucho, y esto sí que es preocupante, se vio a una gaviota atacando el lomo de una ballena franca austral en Sudáfrica. Una interesante teoría es que esa gaviota le habría aprendido el truco sucio a otra colega de Argentina. Pero… ¿cómo, si están separadas por el océano Atlántico? La teoría es que ambas gaviotas se habrían encontrado en toda la mitad del Atlántico, en las islas de Tristan da Cunha y Gough, donde se han visto ballenas de Valdes y de Sudáfrica, y donde existen ambas especies de estos pájaros. No es imposible imaginar, dicen, que una gaviota le enseñó el jueguito a la otra.

O, simplemente, podría ser que las gaviotas en todas partes se rebuscan su forma de vivir, y cuando su alimento escasea, y ellas ven esas “islas flotantes” que son las ballenas, aprovechan para lanzarse en picada. Tristemente, son los ballenatos quienes más sufren, no solo porque su piel es delicada, sino porque no pueden arquear su lomo para meterlo bajo el agua, como hacen las adultas.

Roger Payne, aquí, amplía todo este interesante tema.

Proyecto Manejo, monitoreo y comunicación de acciones para la mitigación de ataques de gaviotas a ballenas

Dr. Marcelo Bertellotti - CENPAT - CONICET

Dirección de Fauna y Flora Silvestre, Chubut

Ministerio de Ambiente y Control del Desarrollo Sustentable, Chubut

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